Sunday, August 30, 2009

Demasiado tarde.

Un pequeño cuento que escribí la semana pasada en la clase de Comunicación Oral...


Casi no llegaba.

Me encontraba inmerso en la lectura, me sentía tonto por apenas haber comenzado ese libro que hace tanto guardaba en un cajón, eran las once menos diez, faltaba poco.

Cada treinta segundos miraba el reloj, la gente pasaba indiferente, con pasos acelerados, como si no les alcanzara el tiempo, por un instante, sentí que me encontraba encapsulado en una burbuja mágica en la cuál no regían las leyes de la física, lo que don Juan le decía a su Carlitos ya no importaba, solo me concentré en ver, en cámara rápida, lo que sucedía a mi alrededor, faltaba solo un minuto y no me había dado cuenta de eso.

Como un cubetazo de agua fría vino la primer campanada, desperté de mi letargo, miré el reloj, en efecto, las doce, medio día.

Como pude, guardé mi libro, mi botella de agua, mis cigarros, mi cámara y salí tan rápido como pude, me había descuidado y ahora estaba del otro lado del campus, desesperado corrí, salte bancas, empujé amigos, extraños, maestros, subí tres pisos de interminables escalones hasta que sin aliento, me detuve en aquel pasillo, no había nadie, por un instante que pareció prolongarse por horas, pensé que había llegado demasiado tarde, había fallado, por primera vez, no me alcanzó el tiempo.

De pronto, vi como lentamente se abría una puerta, mi corazón, ya de por sí agitado, aceleró aún más su ritmo y justo cuando parecía que iba a salir por mi boca, apareció, fresca, juvenil, su aroma llegó hasta mi, pasó a mi lado lentamente y me regaló una sonrisa.

No había llegado tan tarde, tal vez mañana, le diga hola.



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